miércoles, 16 de febrero de 2011

Una modalidad de prostitución

Enviado Punto Noticias
Usan el internet, los periódicos  y hasta imprimen volantes que reparten en centros nocturnos y  en universidades para ofrecer sus servicios o para reclutar a los interesados en trabajar en el negocio. Se trata de una nueva modalidad de prostitución que envuelve a muchachos y muchachas cuya característica común suele ser buena apariencia física y por lo menos haber terminado el bachillerato.


Se ha vuelto habitual que en los diarios aparezcan mensajes como este: “Somos Paola y Omar Bix y hacemos realidad tus fantasías, servicios individuales y a parejas, si quieres hacer cosas diferentes llámanos” y a seguidas se coloca un número de teléfono, en el que se concertará la cita y se recibirán explicaciones  sobre cómo funciona el negocio.

En la sección de anuncios diversos de los clasificados se publican a diario hasta 10 mensajes de ese tipo.

Hombres y mujeres ofrecen un rato maravilloso, con la oferta de masajes eróticos, o con la promesa de satisfacer la fantasía sexual más atrevida. El servicio puede ser en la casa del ofertante, del solicitante o en un lugar “neutro”, como en la mayoría de las ocasiones.

Una sección  puede costar entre RD$ 600 y RD$1, 000 si se trata de masajes  y de RD$1, 000 a RD$4, 000, si es una relación sexual. En este caso el precio dependerá de factores como la tarifa y del tiempo que dure el acto.

Hay incluso ofertas de “combo”. Lugares en los que  dentro una mujer  “cuesta” RD$1, 500 por una hora y “sacarlas” RD$2, 500 dos horas, si se va a contratar a  más de una se descuentan RD$500 por chica.

La primera pregunta que se hace al realizar el negocio es si el cliente es mayor de edad, sin embargo, en algunos casos eso no es impedimento para que la “transacción” se efectúe.

Aunque los hombres son los que más solicitan esos servicios, el número de mujeres que los demanda ha crecido.  Se ofertan relaciones hetero y homosexuales.

En la publicidad por internet las cosas fluyen de una manera similar a los periódicos, solo que las posibilidades son más amplias, porque el cliente tiene la opción de ver imágenes del “vendedor” y hasta puede chatear antes de cerrar el trato.

Además, hay una modalidad que consiste en excitar y en la que las relaciones sexuales no se materializan. Esto lo hace el ofertante de forma individual o en la generalidad de los casos, trabaja para una agencia, en lo que se denomina la industria del sexo. Así  asume poses, dice cosas atrevidas y  se toca las partes que  pida el cliente.

Las conversaciones calientes también pueden darse por teléfono, pero con un efecto menor.

“Trabajé durante cinco años en ese tipo de negocio, lo hice siempre de manera independiente. Ponía anuncios en los periódicos y concertaba con personas que evaluaba antes y que suponía que tenían cierto nivel académico. Después ya no tuve que anunciarme y me quedé con una clientela fija”, narra María.

Cuenta que al principio tenía miedo de que fueran a hacerle daño, pero  que otras muchachas le dieron las claves para mantenerse en el negocio. Ese oficio le ayudó a terminar su carrera, que ahora  es a lo único  que se dedica.

El grueso de sus clientes eran hombres entre 30 y 60 años y en múltiples ocasiones debía serviles además de consejera.

Juan Carlos tiene una historia parecida. Vendía sus servicios por internet y aunque pensó que por su apariencia física atraería a muchachas de su edad o  solo unos años mayores, la realidad fue otra.  Tuvo que lidiar con señoras de 40 a 60 años, casi todas casadas y que definían su matrimonio como un fracaso.

Según las estimaciones que hacen los ofertantes de esos servicios, la edad de los hombres que los contratan es inferior a la de  las mujeres.

Luisa, que maneja una agencia de servicio y reclutamiento de interesados en vender sexo, indica que tanto los que trabajan empleados como los que lo hacen de forma particular, y hasta los que se limitan a excitar por teléfono o por internet deben tener en cuenta que su misión es proporcionar placer. El cliente quiere que le hagan sentir que es el protagonista y para eso paga.

“Hay que escuchar, entender las reacciones, interactuar, saber discernir cuando hay problemas. Tener paciencia y disposición de apaciguar ánimos caldeados. En el caso de que se rechace a un cliente, hacerlo de la manera menos dolorosa posible”, recomienda.

Sugiere ampliar los conocimientos de forma que pueda hablarse con el interesado de diversos temas y sobre todo, deja claro que esos consejos no son en modo alguno una incitación a involucrarse en ese mundo.

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